Situado en un edificio del casco viejo, en la plaza de Herrera, es un edificio antiguo restaurado en estilo colonial muy conseguido (es como estar en una película), pero con habitaciones espaciosas y cómodas. La muestra estaba en la misma planta que la piscina, lo que fue genial para los momentos de descanso. Buen desayuno, a la carta, y aceptable restaurante, aunque un poco lento. Está cerca de un montón de tiendas, iglesias y otros restaurantes, por o que andando se puede ver todo. Para ir o volver a la ciudad moderna es mejor coger un Uber. Personal muy agradable y competente.